viernes, 16 de julio de 2010

La Microhistoria familiar

Nos interesan aquí las historias pequeñas, las que nos contaban de niños, las que nos hacen cercanos a nuestros padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos... y más allá. Las que nos hacen próximos a los monumentos, los edificios, las calles, los paisajes, las personas de nuestra casa, de nuestro pueblo, de la región que habitamos o en la que vivieron nuestros vecinos, nuestros parientes... nuestros antepasados.

Se trata de la microhistoria familiar o historia local, que nos hace únicos e irrepetibles, pero también semejantes a otras familias, a otros pueblos del pasado o del presente y que tal vez se vuelvan a repetir en un futuro próximo o lejano. El relato doméstico, que nos hace crear vínculos estrechos entre nosotros y con lo que nos rodean.



Es una tarea humilde y sencilla porque se refiere a lo cotidiano, a lo anecdótico. Pero también una labor ardua y complicada porque forma parte de una historia mayor, más amplia. Las confidencias maternales, las anécdotas cotidianas, la crónica local, la historia nacional...

Es un esfuerzo por re-conocernos. Vernos reflejados en otras caras, en otros cuerpos, en otras biografías. Volvernos a conocer, descubriendo y re-descubriendo lo que nos hace parecidos y diferentes. Encontrarnos y re-encontrarnos para estrechar los lazos afectivos y así re-construir nuestra humanidad, nuestra familiaridad.

Es importante porque forma parte indeleble de nuestro rostro y corazón, de nuestra identidad. Lo que hoy somos lo debemos a lo que otros fueron antes que nosotros, a lo que vamos construyendo día a día. Es un trozo de nuestro legado, la herencia consciente o inconsciente que recibimos, la que compartimos y la que trasmitimos.

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